Y es entonces,
cuando te das cuenta de que has pasado toda la vida
buscando un hombro en el que llorar,
siendo sin ser para gustar,
sintiendo sin sentir por miedo a la soledad,
queriendo sin querer.
Y es en ese instante,
en el cual abres los ojos,
casi como por primera vez y ves
que solo necesitabas
a aquel que un día rechazaste.
Sí, a ti.
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